Calendario




14 de junio 2012. Yogini Ekadasi

Mahãraja Yudhistira dijo, “Oh Señor Supremo, he oído las glorias de Nirjalã Ekadasi, que ocurren durante la quincena clara del mes de Jyestha. Ahora deseo oír sobre el Ekadasi que ocurre durante la parte oscura del mes de Asãdha (Junio-Julio).
Ten la amabilidad de describírmelo en detalle, oh matador del demonio Madhu.

El Señor Supremo Sri Krsna, replicó, “Oh rey, te referiré lo mejor de todos los días de ayuno, el Ekãdasi que viene durante la parte oscura del mes de Asãdha. Famoso como Yogini Ekãdasi, remueve toda clase de reacciones pecaminosas y concede la liberación suprema. Oh el mejor de los reyes, este Ekadasi libera a las personas que están ahogándose en el océano de la existencia material y las transporta a la orilla del mundo espiritual. En todos estos tres mundos, es el principal de los días sagrados de ayuno. Te revelaré esta verdad narrándote una historia relatada en los Puranas.

El rey de Alakãpuri -Kuvera, el tesorero de los semidioses- era un devoto resuelto del Señor Siva. El empleó a un sirviente de nombre Hemamãli como su jardinero personal. Hemamãli, un Yaksa, estaba muy atraído lujuriosamente por su vistosa esposa, Svarupa-vati, quien tenía grandes ojos encantadores. El deber diario de Hemamãli era ir diariamente a visitar el Lago Mãnasarovara y traer flores para su amo Kuvera, las que luego eran utilizadas en la adoración del Señor Siva. Un día, tras recoger las flores, Hemamãli regresó con su esposa en lugar de ir directamente a su amo y cumplir con su deber. Absorto en asuntos amorosos con su esposa, se olvidó de volver a la morada de Kuvera.

Oh rey, mientras Hemamãli estaba disfrutando con su esposa, Kuvera comenzó a adorar al Señor Siva en su palacio y pronto descubrió que allí no había flores listas para la puja del mediodía. La falta de un artículo tan importante enojó al gran semidiós, quien preguntó a un mensajero Yaksa, “Porqué el sucio de corazón Hemamãli no ha venido con la ofrenda diaria de flores? Ve y averigua el motivo exacto y vuelve personalmente a informarme”. El Yaksa regresó y le dijo a Kuvera, “Oh querido señor, Hemamãli está disfrutando libremente del sexo con su esposa”. Kuvera se enojó muchísimo al enterarse y de inmediato mandó llamar al bajo Hemamãli. Sabiendo que había sido indolente en el cumplimiento de su deber, Hemamãli se acercó a su amo con gran temor. El jardinero primero ofreció sus reverencias y luego permaneció de pie delante de su señor, cuyos ojos se habían puestos rojos de ira y cuyos labios temblaban. Airado, Kuvera gritó, “Oh bribón pecaminoso! ¡Oh destructor de los principios religiosos! ¡Tú eres una ofensa para los semidioses! ¡Por lo tanto te maldigo a que padezcas la lepra blanca y a que seas separado de tu amada esposa! ¡Solo te mereces un inmenso sufrimiento! ¡Oh necio mal nacido, abandona este sitio de inmediato y encamínate a los planetas inferiores!”.

Y así Hemamãli cayó de inmediato de Alakãpuri y se enfermó con la terrible aflicción de la lepra blanca. Se despertó en una selva espesa y temible, donde no había nada para comer o beber. Así pues, pasaba sus días miserablemente, incapaz de dormir por la noche debido al dolor. Sufría tanto en Invierno como en Verano, pero dado que continuaba adorando al Señor Siva fielmente, su conciencia se mantuvo pura y estable. Aunque implicado por un gran pecado y sus reacciones concomitantes, recordó su vida pasada en mérito a su piedad. Tras vagar por algún tiempo aquí y allá, sobre las montañas y a través de los llanos, Hemamãli eventualmente llegó hasta la amplia cadena de los Himalayas.

Allí tuvo la buena fortuna de encontrar al gran santo Mãrkandeya Rsi, el mejor de los ascetas, cuya duración de vida, se refiere, se extiende a siete días de Brahma. (1). Mãrkandeya estaba sentado pacíficamente en su asrama, tan refulgente como un segundo Brahmã. Hemamãli, sintiéndose muy pecaminoso, permaneció parado lejos del sabio magnificente y ofreció sus humildes reverencias y plegarias. Siempre interesado en el bienestar de los demás, Mãrkandeva vio al leproso y lo llamó, “Oh tú, ¿qué clase de acciones pecaminosas has hecho para ganar esta aflicción temible?”.

Al oírlo, Hemamãti replicó, “Querido señor, yo soy un sirviente Yaksa del Señor Kuvera y mi nombre es Hemamãli. Mi servicio diario era recoger flores del Lago Mãnasarovara para la adoración del Señor Siva por parte de mi amo, pero un día me retrasé en regresar con la ofrenda porque me abrumé de pasión por mi hermosa esposa. Cuando mi amo descubrió el motivo de mi tardanza, me maldijo con gran ira. Así pues, ahora estoy desprovisto de mi hogar, esposa y servicio. Por fortuna, he llegado hasta tí y ahora tengo la esperanza de recibir de tí una auspiciosa bendición, pues se que los devotos del Señor Supremo se interesan en el corazón por el bienestar de los demás. Esa es su gran naturaleza. ¡Oh el mejor de los sabios, por favor ayúdame! (2)

Mãrkendeya Rsi replicó, “Dado que me has dicho la verdad, te hablaré sobre un día de ayuno que te beneficiará grandemente. Si tu ayunas en el Ekãdasi que aparece durante la quincena oscura del mes de Asádha, seguramente serás librado de esta terrible maldición”. Al oír estas benditas palabras del renombrado sabio, Hemamãli cayó al suelo completamente agradecido y le ofreció sus humildes reverencias. Pero Mãrkendeya se puso de pie e hizo levantar a Hemamãli, colmándolo de una indescriptible felicidad. Así pues, como el sabio le había instruído, Hemamãli observó debidamente el ayuno Ekãdasi y por su influencia se convirtió nuevamente en un apuesto Yaksa. Luego regresó a su hogar, donde vivió muy felizmente con su esposa”.

El Señor Krsna concluyó, “Luego puedes apreciar prestamente, oh Yudhisthira, que ayunar en el Yogini Ekãdasi es muy poderoso y auspicioso . Cualesquiera mérito se obtenga por alimentar a ochenta y ocho mil brãhmanas piadosos, se obtiene simplemente por observar un ayuno estricto en Yogini Ekãdasi. Aquel que ayune en este Ekãdasi sagrado destruye cúmulos de reacciones pecaminosas pasadas y se vuelve muy piadoso. Oh, rey, así pues te he explicado la pureza del Yogini Ekãdasi”. Así termina la narración de las glorias del Asadha-krsna Ekãdasi o Yogini Ekãdasi, del Brahma-vaivarta Purãna.